Jesús y ‘la zorra de Herodes’

¿Qué quiso decir con el término “zorra”?

Protestante Digital · 18 DE MAYO DE 2024 · 08:00

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Foto: Yuriy Chemerys, Unsplash, CC0.

La metáfora de la zorra o el zorro que Jesús hizo en relación al tetrarca Herodes constituyó toda una definición psicológica y sociológica de aquel oscuro personaje judío.

Ante el consejo de unos fariseos para que abandonara aquella tierra porque el monarca le quería matar, el Maestro responderá: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra. Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén (Lc. 13:32-33).

¿Qué quiso decir con el término “zorra”? Según las literaturas judía y griega, este mamífero se caracteriza por su astucia, así como por su pequeño tamaño en relación a otros depredadores.

Este doble sentido encajaba bien con Herodes Antipas. Como político astuto, intentó utilizar a Jesús en su propio provecho (Lc. 9:7-9) y al no conseguirlo procuró eliminarlo como hizo con Juan el Bautista.

Sin embargo, en el caso de Cristo no lo logró porque su destino final estaba en las manos del Altísimo y ningún poder humano podía determinar el futuro del Maestro.

Herodes tampoco tenía tanto poder como otros políticos romanos del momento. Sólo gobernaba sobre Galilea y Perea, mientras que Poncio Pilato, que era prefecto de la provincia de Judea, designado por Tiberio, disponía de mayor influencia en Roma.

En este sentido era como una zorra ante un león. De manera que este gobernador de Galilea a las órdenes del Imperio romano poseía esa doble condición que los antiguos asignaban a los zorros: astucia pícara y poca influencia política.

Tradicionalmente el ser humano ha venido considerando astutos a estos cánidos porque su comportamiento consiste en pasar desapercibidos y aprovechar todas las oportunidades que se les presenta para cazar, mediante un salto rápido y eficaz.

Son solitarios, sigilosos y huidizos. Si descubren que se les persigue, se alejan de sus guaridas para proteger a la prole y siguen rutas tortuosas. Son capaces de orinar en lugares determinados con el fin de dejar pistas falsas y despistar así a posibles depredadores.

Las zorreras o madrigueras de los zorros suelen comunicar con el exterior mediante varias salidas, con el fin de hacer más fácil la eventual huida. 1

Todo esto provocó que, a partir de los siglos VI y VII después de Cristo, cierta interpretación simbólica cristiana llegara incluso a identificar los zorros con el mismísimo diablo y que todo aquel que intentara consumir su carne participaría también de su lujuria, avaricia, ambición y asesinato. 2

Tales son los peligros de tantas exégesis alegóricas erróneas que se han venido haciendo de la Escritura a lo largo de la historia.

A pesar de todo, el destino fatal que aguardaba a Jesucristo en Jerusalén no iba a depender de Herodes, ni de Pilato, ni de los líderes judíos o de Roma sino de los planes eternos del Padre.

Su marcha decidida hacia el Calvario no estuvo condicionada por el consejo bienintencionado de aquellos fariseos, o por el deseo de huir de aquella muerte que Herodes maquinaba, sino por el firme propósito de obedecer a Dios.

Jesús quiso siempre cumplir con la voluntad de su Padre y beber aquella copa de amargura por amor al ser humano. Por lo tanto, su muerte en la cruz no fue una derrota sino un éxito perfecto y total.

La actitud del Maestro constituye también para nosotros hoy un ejemplo sumamente significativo. ¿Cómo encaramos los creyentes los riesgos y las amenazas de los Herodes contemporáneos? Tenemos miedo de las zorras? ¿Estamos huyendo de ellas o las enfrentamos con sabiduría y decisión?

Jesucristo quiere que lo sigamos a Él, cueste lo que cueste y sin dejarnos amedrentar por los poderes humanos. La esencia de la vida cristiana es el desarrollo de una misión muy concreta: la contribución a la extensión del Reino de Dios en la tierra.

Seguramente esta gloriosa tarea no nos evitará sinsabores, sufrimientos, ni tampoco la propia muerte pero todo ello contribuirá al cumplimiento de los planes divinos y el Señor dirá la última palabra en el momento oportuno.

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Notas

1. Cruz, A. 2022, Diccionario Enciclopédico de Animales y Plantas de la Biblia, Clie, Viladecavalls, Barcelona, p. 855.

2. Bovon, F. 2002, El evangelio según San Lucas II, Sígueme, Salamanca, p. 546.

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