5 grandes peligros internos para la iglesia actual

La iglesia comienza a salir de su parálisis y letargo que le quitó pertinencia y eficacia, pero alberga aún en su interior varios peligros.

11 DE ABRIL DE 2019 · 17:00

Lionello Del Piccolo, Unsplash,hombre noche, figura sombra
Lionello Del Piccolo, Unsplash

Habiendo visto en prieta síntesis en la nota anterior de qué manera la iglesia del primer siglo llevó adelante la Gran Comisión, nos toca mencionar algunos peligros que entendemos tiene la iglesia en la actualidad, provenientes principalmente de su interior, de una cosmovisión errada.

 

1.- El primer peligro que mencionaremos es el de una cosmovisión cerrada, de oposición al mundo; la cual marcó la marcha de la iglesia por muchos años y ocasionó un ostracismo injustificado que nos privó de influir en cada área social.

Por años vimos al mundo como algo “malo”, con el foco de una errónea visión pietista de alejamiento y separación[1], cuando Jesús nos llamó a “estar en el mundo sin ser del mundo”.

Ahora estamos pasando a modo de movimiento pendular hacia una apertura cultural ingenua que asimila los valores y patrones del mundo, que nos hace usar sus principios y actitudes los cuales son contrarios a la Palabra de Dios.

Cuando vemos lo realizado por la iglesia primitiva vemos que estando en el mundo, marcaron y dieron sentido al mundo pero no fueron ni pertenecieron al mundo.

2.- El segundo peligro es el de un excesivo énfasis en el fuego, todo es fuego, todo es poder. Por años nos esforzamos por el entretenimiento interno, clínicas, seminarios, jornadas, eventos, todo apuntaba al fuego, tan entretenidos estábamos que nos olvidamos de la misión, nos olvidamos de salir, nos olvidamos de ir y finalmente hasta el fuego disminuyó por la falta de misión.

Ahora estamos revirtiendo esa tendencia, pero el cuerpo tiene memoria y nos sigue costando entender que la mayor parte de la misión de la iglesia está fuera de ella y no dentro.

3.- El tercer peligro que enfrenta la iglesia es la de limitarse solamente a la protesta moral, seguimos siendo reactivos, sólo actuamos ante el avance de la ideología de género, del aborto de tal o cual peligro externo, no tenemos agenda, no tenemos posiciones comunes que articulen a todo el cuerpo y lo direccione para acercar el Reino y transformar nuestra sociedad. La iglesia debe acompañar el reloj de Dios y llevar Su agenda, estar en cada lugar donde se toman decisiones, donde se gesta el futuro, en el mediano y largo plazo de la realidad, sólo así influiremos efectivamente.

4.- El cuarto peligro del cual debe cuidarse la iglesia es el de conformarnos con la incipiente participación política que estamos teniendo. Por primera vez en muchos años, comenzamos a ser vistos, a ser reconocidos por la movilización realizada, sin embargo, no debemos conformarnos con la mera participación o con la obtención de algunos cargos públicos, necesitamos formar y alentar a las próximas generaciones para que ellos sean protagonistas del cambio, alentarlos a participar activamente en cada área social (justicia, política, economía, comercio, salud, educación) y que con sólidos valores cristianos realicen una transformación real y genuina que facilite el obrar de Dios en medio de nuestro tiempo.

La iglesia necesita generaciones de influencia, esto no pretende ser el título para un evento, sino todo lo contrario, una visión que alcanzar y lograr la extensión del Reino en nuestra generación y en las sucesivas.

Cada uno de nosotros es responsable por alcanzar a su generación para Cristo y formar a los que nos sucederán para que hagan lo mismo. Esto es usando el mismo criterio y el mismo sentir que tuvo Jesús. Dicen reiteradamente los Evangelios, vez tras vez: “Recorría Jesús las aldeas…” Jesús estaba donde se encontraban los necesitados, los pobres, los leprosos, los pecadores, los oprimidos, los excluidos, los enfermos, pero también delante de las autoridades y los prominentes, nunca quieto sino yendo.

5.- Finalmente quisiera mencionar como peligro el materialismo. Si bien no es la realidad en todos los casos, vemos en líneas generales a una iglesia enriquecida en medio de un continente pobre, una iglesia con una impactante infraestructura en medio de ciudades con carencias fundamentales. Grandes ministerios sostenidos por personas que apenas llegan a fin de mes o tienen serios problemas laborales o económicos.

En Argentina, recientemente se dio a conocer el índice de pobreza, según el INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censo), un organismo oficial que ejerce la dirección superior de todas las actividades estadísticas oficiales que se realizan en el territorio de la República Argentina, el índice de pobreza alcanza al 32% de la población. Una pobreza estructural, vergonzosa y lamentable, esto no es ajeno al resto del continente, sin embargo, la iglesia no habla de corrupción, de pobreza, de marginalidad, de justicia.

 

En resumen, la iglesia está comenzando a salir de su parálisis, de un largo letargo que le quitó pertinencia y eficacia, pero alberga aún en su interior muchos peligros, algunos más latentes que otros, pero todos de riesgo. Necesitamos acudir al Espíritu Santo para buscar luz y dirección, a fin de entender las formas y las maneras, que, en su sabiduría, Dios tiene en su corazón para acercar el Evangelio en este tiempo a todas las naciones.

Necesitamos la humildad suficiente para saber que todos y cada uno de nosotros más allá de los cargos, las posiciones y los ministerios sólo tendremos un único epitafio, si es que permanecemos fieles a Su Palabra, “bien hecho buen siervo y fiel”.

Hoy más que nunca deben resonar las palabras de Jesús en nuestros corazones: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero ¿para qué sirve la sal si ha perdido su sabor? ¿Pueden lograr que vuelva a ser salada? La descartarán y la pisotearán como algo que no tiene ningún valor. Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse. Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta. En cambio, la coloca en un lugar alto donde ilumina a todos los que están en la casa” (Mt. 5:12-15 – NTV).

En la nota siguiente hablaremos de los desafíos que tiene la iglesia para su misión

 

[1] En palabras de Wynarczyk: “Negación del mundo, fuga mundi, separación del mundo, huelga social, concentración en objetivos metafísicos, rechazo de la política y eventualmente de la ciencia” (2009, p.28).

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