Un marco teórico para entender la corrupción

La corrupción no solo ha empobrecido a nuestros países sino que a lo largo del tiempo hizo que se vea como normal o natural.

23 DE MAYO DE 2019 · 08:00

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Noah Silliman, Unsplash

La iglesia frente a la corrupción, un

problema que excede lo espiritual (3)

Tradicionalmente se ha asociado el estudio de la corrupción a la teoría de la anomia social, fundamentalmente en su vertiente Durkheimniana (en sus dos famosas obras La división del trabajo social y El suicidio, escritas hacia finales del siglo XIX).

La falta de norma o el menoscabo a las mismas acarrea una disfunción social, dice el autor nombrado: “Para que la anomia termine es preciso, pues, que exista, que se forme un grupo en el cual pueda constituirse el sistema de reglas que por el momento falta” (1998, p.14).

El concepto tuvo un importante impacto en la teoría sociológica y fue trabajado por otros teóricos destacados; en ese sentido es menester mencionar a Talcott Parsons (1968), Robert Merton (1965), Harold Garfinkel (2004), Herbert McClosky (1965), entre otros.

Desde el punto de vista Weberiano, al explicar las razones por las cuales el capitalismo fue más exitoso en los países de tracción protestante, señala que dado que no tienen el refugio de la confesión como los católicos, ni otro mecanismo liberador del cumplimiento normativo, tratan de vivir de manera más apegada a las normas, en primer lugar las divinas y luego las sociales. Ante la posibilidad del incumplimiento y la angustia que se genera por dicha anomia, no queda más que tratar de cumplir con todas las normas de manera puntillosa y aplicada. Expresa concretamente:

Ciertamente, la misión del mundo es honrar a Dios, la existencia del cristiano elegido sólo es válida por cuanto acreciente la gloria de Dios en el mundo, cumpliendo con sus mandatos en la parte que le atañe. Cierto que Dios quiere que cada cristiano haga obra social, pues, naturalmente, quiere un acomodo de la vida social en su estructura a sus mandatos para cuyo fin debe organizarse de modo adecuado. La labor social del calvinista en el mundo sólo se realiza in majorem Dei gloriam. En la ética profesional ocurre precisamente igual, puesto que sirve al conjunto global de los hombres a su paso por el mundo (1991, p.64).

Sin lugar a duda el fenómeno de la corrupción es profusamente complejo como para ser analizado en términos de ausencia o presencia de normatividad social y de observancia o inobservancia de normas existentes o incompletas por otro (Olivera Prado, 2001).

Aparte de la anomia hay realidades que tienen que ver con pautas culturales, las unidades de análisis a utilizar para su evaluación y erradicación, las conexiones con el delito o los hechos ilícitos la pobreza, la falta de educación, las diversas formas de gobierno y estructuración del poder, entre muchas otras.

La corrupción, como hemos mencionado es un fenómeno complejo que afecta de manera directa o indirecta, pero siempre negativamente el desarrollo político, económico, social, educacional de salud y cultural de los distintos países. (Donovan, 1995; Echevarría, 2004; Johnston, 2010; Rose-Ackerman, 2001; Mujica, 2011; Klitgaard, 2008; entre otros).

Quisiera destacar que Del Castillo (2002) hizo una extensa revisión de la bibliografía en materia de corrupción, tomando como parámetro cuatro grandes líneas argumentativas.

En primer lugar desde una perspectiva que involucra el interés público (Rogow y Laswell), asimila a la corrupción como una desviación al interés público.

Otros desde una perspectiva de tinte legal la asimilan a una desviación de las normas antes que a un comportamiento antiético, es una desviación a las normas legales, entre ellos Klitgaad y López.

En una tercera corriente se alude o manifiesta que es necesario además, trabajar el tema del comportamiento y su desvío no solo de la norma legal sino moral o cultural; y finalmente se menciona que se debe adicionar una mirada o perspectiva de mercado o aspectos netamente económicos (Bardhan). En síntesis confluyen necesariamente en la construcción teórica el interés público, las normas legales, la moral, la cultura y la perspectiva económica.

Vamos a coincidir con Olivera Prado (2001) que las teorías actuales no responden en su totalidad a la amplia cantidad de aristas que deben tenerse en cuenta al analizar la corrupción.

El autor mencionado define la corrupción como: “Acción social ilícita o ilegítima encubierta y deliberada con arreglo a intereses particulares, realizada vía cualquier cuota de poder en espacios normativos institucionalizados y estructurados, afectando deberes de función, intereses colectivos y/o la moral social” (2001, p.8).

En ese marco y ante la imposibilidad de trazar o bosquejar una teoría abarcativa que permita analizar la corrupción, sus implicancias e interrogantes con un andamiaje teórico acorde, surge por la búsqueda de un fundamento teórico un poco más amplio la teoría de la “Socionomía Instrumental”.

Al momento de describirla Olivera Prado sostiene que “es una solvente alternativa teórica que, entre otras cosas, permite acceder a una adecuada conceptualización y tipologización del complejo fenómeno de la corrupción. Por su carácter multiparadigmático y su alcance científico intermedio tiene valor descriptivo y explicativo de muchos otros aspectos de la dinámica social” (2001, p.11)[1]. Debemos sumar que la socionomía instrumental puede focalizar el análisis en lo cotidiano, el día a día, las pequeñas escalas que se ven afectadas y afectan a lo macro, lo endémico. Como iglesia podemos hacer la diferencia en la participación atomizada de los miles y miles de cristianos que deben, en el día a día, impregnar con los valores del Reino la vida cotidiana y las pequeñas comunidades.

Si bien es importante y vital la visión y la acción de la dirigencia evangélica en temas de bioética, no menos cierto es que esto no alcanza per se para la transformación y modificación social. Es menester que abordemos de manera impetuosa de una vez por todas la bandera contra la corrupción y la pobreza de manera consistente, fundada, articulada y sistemática.

Un informe de la CEPAL del año 2018 hace una afirmación escalofriante[2]:

El número de personas en situación de pobreza y pobreza extrema en América Latina continuó aumentando en 2017. Si bien la tasa de pobreza se mantuvo estable con respecto al año previo, la tasa de pobreza extrema es la más alta de por lo menos los últimos diez años. Pese a la situación desfavorable de la región en su conjunto, en la mayoría de los países los indicadores de pobreza no aumentaron (2018, p.81).

América Latina sigue teniendo pobreza estructural, endémica, sostenida y multidimensional. El mismo organismo multilateral grafica el crecimiento de la pobreza y la pobreza extrema en el cuadro que incorporamos a continuación (2018, p.83):

Un marco teórico para entender la corrupción

Si bien no vamos a entrar en el detalle de la pobreza en cada uno de los países de nuestra región –vale la pena recordar que hay una multiplicidad de factores que la provocan–, la corrupción sin duda es uno de los principales problemas.

En este sentido Christopher Clapham habla de “neopatrimonialismo”[3]; es un sistema de jerarquía social en el que los empresarios y políticos inescrupulosos utilizan los recursos del estado para asegurar la lealtad de los clientes y los necesitados de ayuda social (clientelismo).

El neopatrimonialismo, según define y describe Clapham (1985), es una forma de organización en la que las relaciones de tipo patrimonial impregnan un sistema político y administrativo que se construye formalmente sobre líneas jurídicas.

Es un sistema en el que se utiliza una oficina o centro de poder para usos y ganancias personales, en contraposición a una estricta división de las esferas privada y pública. Las fronteras entre lo público y lo privado se tornan laxas, difusas, ambiguas, se utiliza el estado como propio. Esto a lo largo de los años ha devenido en algo estructural y llegamos a tomarlo con el transcurso del tiempo incluso como algo natural, normal. Se ve normalizada la anomia y la ambigüedad de la acción estatal.

Este esquema no solo ha empobrecido a nuestros países sino que a lo largo del tiempo hizo que se vea como normal o natural el disvalor del robo, el fraude y las exacciones ilegales, dio a luz la cultura de la pobreza como instrumento necesario para la consolidación del poder político y al clientelismo y la dependencia social como forma de adormecer la mente y la acción de las personas que se sienten condicionadas por la ayuda y la miseria.

 

[1] Debemos recordar que la socionomía es la ciencia que se encarga del estudio de los grupos pequeños, sus principios, funcionamiento y los fenómenos microsociales, tiene un objeto de estudio definido los grupos pequeños.

[3] El término fue usado con anterioridad por Shmuel N. Eisenstadt, en su libro “El Patrimonio Tradicionalismo y el Neopatrimonialismo Moderno” (1973).

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